El precio
de un tatuaje varía entre los 2.500 Bsf. y los 12.000 Bsf.
SANGRE Y
TINTA, ARTE Y VIDA
El tatuaje es el arte perfecto: “El lienzo lo puedes
desechar, la piel no”
Paspirgelis
Samuel C.I 18.367.746
Por
esta vez, dejemos atrás lo que el tatuaje para algunos representaba, olvidemos
aquello que caracterizaba al chico rebelde y sin causa, en fin, todas aquellas
razones que lo volvió tabú en algún momento. Ya es ahora de verlo como un arte,
donde tu piel es el lienzo y el tatuaje es la obra.
Así como los demás artes, esta
forma de expresión toma diferentes significados dependiendo de la época y la
cultura. En este caso en los deportes extremos. Siendo capaz de evocar e
infundir un sinnúmero de reacciones y sentimientos como, interés, admiración,
consternación, asombro u oposición. Es aquí, en su connotación, donde adquiere
su verdadera importancia pues varía dependiendo de la personalidad del ser que
lo porta ya sea hombre o mujer.
Además del significado que un
tatuaje puede tener, también es de suma importancia la estética que refleja, ya
que al fin y al cabo será parte del cuerpo de quien lo lleva.
La calidad y el detalle son los
determinantes para que un tatuaje tenga la estética deseada. Debe ser dibujado
en la piel mediante líneas finas de color negro hasta obtener el bordeado del
dibujo. Luego se debe seguir al relleno de la obra, donde el sombreado y el
juego de colores, son los responsables del detalle.
La última razón por la cual el
tatuaje tiene que ser considerado un arte, es porque detrás de cada tatuaje
esta un autor. Hay que tener en cuenta que el tatuaje es la creación de un
artista, que verdaderamente se encarga de captar el fondo y la forma que le
pide su cliente, para luego mediante su experiencia, su técnica y su
creatividad, plasmar en la piel la genialidad artística.
Por éstas tres razones
(significado, estética y artista), los tatuajes tienen que ser vistos como un
arte y no como un tabú.
Nace un
arte en Venezuela.
Aunque son pocos los que conozcan
la historia del tatuaje en nuestro país, suelen salir a relucirse los nombres
de Octavio Salazar, Emilia Laurel y Nuncio Contreras, quienes fueron los
pioneros de este arte en Venezuela hace más de 25 años. Había iniciado una revolución.
El gran auge se dio en los 90’s, perpetuándose hasta ahora y convirtiéndose en
algo común dando paso a una nueva generación de artista.
De esta manera, en el mundo de
los deportes extremos el tatuaje también ha ido creciendo de forma significativa,
tanto en Venezuela como en el resto del mundo. Muchos de los atletas radicales
también ven y piensan en el tatuaje como una forma de expresión, esa pincelada
que define su personalidad y hasta para algunos su alma.
Recorriendo un poco la cuidad en la
búsqueda de estos virtuosos de la pintura, resonó de forma común y constante “La
Barbería Tattoo shop”, en Las Mercedes, Caracas, donde se puede encontrar a Yomico
Moreno (37) quien ha dedicado su vida al tatuaje, una pasión que lo ha hecho sobresalir
con un estilo en donde los tejidos musculares, las estructuras biomecánicas y
los rostros casi reales tienen su marca, y quien piensa que el tatuaje es el
arte perfecto. “El lienzo lo puedes desechar, la piel no y es un proceso en el
que no sólo marcas la piel, sino que también es un momento en la vida de esa
persona, que perdurará con el paso del tiempo, hasta que muera”, afirmó Yomico
mientras hacía una de sus obras. Tampoco se deja fuera de cuadro a Carlos
Chapman (31), artista y diseñador gráfico con más de 7 años en el medio del
tatuaje. Sus inicios los tuvo en Perú, en una tienda llamada “RasingDragon”
para después regresar a Venezuela y seguir perfeccionando sus técnicas. Sus frases son: “Tatuar es mi pasión” y “el que ama su profesión nunca jamás
trabaja”.
Con ellos también trabaja Manuel Butta
(28), quien inspirado por el arte se entregó a este mundo del tatuaje hace
aproximadamente unos 5 años. Logró viajar a Europa y trabajar en “CallTattoo”, una tienda ubicada en Tenerife, España. Donde
obtuvo amplios conocimientos artísticos muy productivos para su crecimiento
personal. Pero luego de un tiempo de conversación, Manuel aclaró las
diferencias entre las exigencias de los europeos y los venezolanos, “aquí
podemos hacer un tatuaje un poco más grande o la gente llega y dice “quiero
hacerme esto pero te dejo que tu desarrolles un poco la idea o si quieres
agregar otra cosa”, no, en Europa es un poco más cerrado porque la gente es “yo
quiero esto y esto es”, si está de moda unas letras chinas son unas letras
chinas, y aquí de repente viene alguien que quiere hacerse unas letras chinas y
uno trata de siempre de convencerlo de hacerse otra cosa mejor y terminas
realizando una obra de arte”.
La oferta de tatuajes es inmensa y cada expositor tiene
un estilo y formas particulares, pues mientras unos proponen una estética
"satánica" con calaveras o payasos asesinos, otros prefieren estampar
figuras espirituales o de fantasía como vírgenes o hadas. "Este tipo de
tatuaje cuesta entre 2.500 y 2.800 bolívares fuertes", le comentó Yomico a
Enrique Crespo, mientras pintaba un buda naciendo de una flor de loto en el
brazo de Enrique.
Los precios en las mayorías de los “tattoo shop” varían,
siempre, por el tamaño y lo riguroso del dibujo. “Me han pedido que les realice
retratos de alguna persona querida, de mascotas y hasta de objetos preciados.
Algunos son del tamaño de un hombro o un antebrazo, esos terminan en unos 2.500
bolívares fuertes, pero he realizado tatuajes de espaldas completas y de torsos
completos que llevan meses en terminar, mucha tinta y material. Esos pueden
salir en un precio de 5.000 y hasta 12.000 bolívares fuertes, que fue lo máximo
que he cobrado por un arte de espalda completa”, afirmó Carlos Chapman.
Una experiencia radical.
Enrique Crespo (22) es surfista, y se realizaba su segundo
tatuaje en manos de Yomico Moreno.”Mi padre y mi madre son personas muy
liberales y también están tatuados. Mi papá me enseñó a surfear y mi mamá me
entregó su apoyo. Siempre quise hacerme un tatuaje y desde muy pequeño les
pedía a mis padres por su permiso para realizarme uno, pero me decían que aun
era muy joven. Únicamente cuando alcanzara la mayoría de edad podía hacerlo.
Cuando cumplí diez y ocho años me coloque mi primer tatuaje, pero quería otro.
Ya había entrado a la universidad y mis prioridades habían cambiado un poco y
me hicieron postergar el segundo un tiempo. Fue hasta hace un año cuando supe
qué me pondría y en dónde (un buda naciendo de una flor de loto, desde su
hombro hasta su codo), estaba listo. Mis padres me recomendaron esta tienda y
estuve un año reuniendo para pagarlo. Sólo a una semana de haber cumplido los
22 años estoy aquí cumpliendo una meta de muchos años que durará el resto de
mis días”. Relató Enrique mientras soportaba el dolor de la aguja que penetraba
a colores su piel.
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