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jueves, 6 de septiembre de 2012


El precio de un tatuaje varía entre los 2.500 Bsf. y los 12.000 Bsf.
SANGRE Y TINTA, ARTE Y VIDA
El tatuaje es el arte perfecto: “El lienzo lo puedes desechar, la piel no”
Fotografía por Samuel Paspirgelis.
Paspirgelis Samuel C.I 18.367.746






Por esta vez, dejemos atrás lo que el tatuaje para algunos representaba, olvidemos aquello que caracterizaba al chico rebelde y sin causa, en fin, todas aquellas razones que lo volvió tabú en algún momento. Ya es ahora de verlo como un arte, donde tu piel es el lienzo y el tatuaje es la obra.
Así como los demás artes, esta forma de expresión toma diferentes significados dependiendo de la época y la cultura. En este caso en los deportes extremos. Siendo capaz de evocar e infundir un sinnúmero de reacciones y sentimientos como, interés, admiración, consternación, asombro u oposición. Es aquí, en su connotación, donde adquiere su verdadera importancia pues varía dependiendo de la personalidad del ser que lo porta ya sea hombre o mujer.
Además del significado que un tatuaje puede tener, también es de suma importancia la estética que refleja, ya que al fin y al cabo será parte del cuerpo de quien lo lleva.
La calidad y el detalle son los determinantes para que un tatuaje tenga la estética deseada. Debe ser dibujado en la piel mediante líneas finas de color negro hasta obtener el bordeado del dibujo. Luego se debe seguir al relleno de la obra, donde el sombreado y el juego de colores, son los responsables del detalle.
La última razón por la cual el tatuaje tiene que ser considerado un arte, es porque detrás de cada tatuaje esta un autor. Hay que tener en cuenta que el tatuaje es la creación de un artista, que verdaderamente se encarga de captar el fondo y la forma que le pide su cliente, para luego mediante su experiencia, su técnica y su creatividad, plasmar en la piel la genialidad artística.
Por éstas tres razones (significado, estética y artista), los tatuajes tienen que ser vistos como un arte y no como un tabú.
Nace un arte en Venezuela.
 Fotografía por Samuel Paspirgelis.
Aunque son pocos los que conozcan la historia del tatuaje en nuestro país, suelen salir a relucirse los nombres de Octavio Salazar, Emilia Laurel y Nuncio Contreras, quienes fueron los pioneros de este arte en Venezuela hace más de 25 años. Había iniciado una revolución. El gran auge se dio en los 90’s, perpetuándose hasta ahora y convirtiéndose en algo común dando paso a una nueva generación de artista.
De esta manera, en el mundo de los deportes extremos el tatuaje también ha ido creciendo de forma significativa, tanto en Venezuela como en el resto del mundo. Muchos de los atletas radicales también ven y piensan en el tatuaje como una forma de expresión, esa pincelada que define su personalidad y hasta para algunos su alma.
Recorriendo un poco la cuidad en la búsqueda de estos virtuosos de la pintura, resonó de forma común y constante “La Barbería Tattoo shop”, en Las Mercedes, Caracas, donde se puede encontrar a Yomico Moreno (37) quien ha dedicado su vida al tatuaje, una pasión que lo ha hecho sobresalir con un estilo en donde los tejidos musculares, las estructuras biomecánicas y los rostros casi reales tienen su marca, y quien piensa que el tatuaje es el arte perfecto. “El lienzo lo puedes desechar, la piel no y es un proceso en el que no sólo marcas la piel, sino que también es un momento en la vida de esa persona, que perdurará con el paso del tiempo, hasta que muera”, afirmó Yomico mientras hacía una de sus obras. Tampoco se deja fuera de cuadro a Carlos Chapman (31), artista y diseñador gráfico con más de 7 años en el medio del tatuaje. Sus inicios los tuvo en Perú, en una tienda llamada “RasingDragon” para después regresar a Venezuela y seguir perfeccionando sus técnicas.  Sus frases son: “Tatuar es mi pasión” y  “el que ama su profesión nunca jamás trabaja”.
Con ellos también trabaja Manuel Butta (28), quien inspirado por el arte se entregó a este mundo del tatuaje hace aproximadamente unos 5 años. Logró viajar a Europa y trabajar en “CallTattoo”,  una tienda ubicada en Tenerife, España. Donde obtuvo amplios conocimientos artísticos muy productivos para su crecimiento personal. Pero luego de un tiempo de conversación, Manuel aclaró las diferencias entre las exigencias de los europeos y los venezolanos, “aquí podemos hacer un tatuaje un poco más grande o la gente llega y dice “quiero hacerme esto pero te dejo que tu desarrolles un poco la idea o si quieres agregar otra cosa”, no, en Europa es un poco más cerrado porque la gente es “yo quiero esto y esto es”, si está de moda unas letras chinas son unas letras chinas, y aquí de repente viene alguien que quiere hacerse unas letras chinas y uno trata de siempre de convencerlo de hacerse otra cosa mejor y terminas realizando una obra de arte”.
La oferta de tatuajes es inmensa y cada expositor tiene un estilo y formas particulares, pues mientras unos proponen una estética "satánica" con calaveras o payasos asesinos, otros prefieren estampar figuras espirituales o de fantasía como vírgenes o hadas. "Este tipo de tatuaje cuesta entre 2.500 y 2.800 bolívares fuertes", le comentó Yomico a Enrique Crespo, mientras pintaba un buda naciendo de una flor de loto en el brazo de Enrique.
Los precios en las mayorías de los “tattoo shop” varían, siempre, por el tamaño y lo riguroso del dibujo. “Me han pedido que les realice retratos de alguna persona querida, de mascotas y hasta de objetos preciados. Algunos son del tamaño de un hombro o un antebrazo, esos terminan en unos 2.500 bolívares fuertes, pero he realizado tatuajes de espaldas completas y de torsos completos que llevan meses en terminar, mucha tinta y material. Esos pueden salir en un precio de 5.000 y hasta 12.000 bolívares fuertes, que fue lo máximo que he cobrado por un arte de espalda completa”, afirmó Carlos Chapman.
Una experiencia radical.
 Fotografía por Samuel Paspirgelis.
Enrique Crespo (22) es surfista, y se realizaba su segundo tatuaje en manos de Yomico Moreno.”Mi padre y mi madre son personas muy liberales y también están tatuados. Mi papá me enseñó a surfear y mi mamá me entregó su apoyo. Siempre quise hacerme un tatuaje y desde muy pequeño les pedía a mis padres por su permiso para realizarme uno, pero me decían que aun era muy joven. Únicamente cuando alcanzara la mayoría de edad podía hacerlo. Cuando cumplí diez y ocho años me coloque mi primer tatuaje, pero quería otro. Ya había entrado a la universidad y mis prioridades habían cambiado un poco y me hicieron postergar el segundo un tiempo. Fue hasta hace un año cuando supe qué me pondría y en dónde (un buda naciendo de una flor de loto, desde su hombro hasta su codo), estaba listo. Mis padres me recomendaron esta tienda y estuve un año reuniendo para pagarlo. Sólo a una semana de haber cumplido los 22 años estoy aquí cumpliendo una meta de muchos años que durará el resto de mis días”. Relató Enrique mientras soportaba el dolor de la aguja que penetraba a colores su piel.






                                                                 

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